La amniocentesis es por definición, la extracción de líquido amniótico desde la bolsa en la cual se encuentra el feto, al interior del abdomen materno.

El liquido obtenido es susceptible de ser estudiado con múltiples objetivos, sin embargo, los dos usos más comunes son para el diagnóstico de problemas genéticos como síndrome de Down o problemas infecciosos como toxoplasma o citomegalovirus.

El examen debe realizarse siempre después de las 15 semanas de gestación, e incluso según la indicación, hasta etapas posteriores del embarazo.

La amniocentesis consiste en que, bajo visión ecografica, el especialista introduce una delgada aguja a través del abdomen materno hasta llegar a la cavidad amniótica (bolsa donde reside el feto). De allí, se extrae el liquido que posteriormente será estudiado.

El liquido amniótico es, básicamente, la orina del feto, por lo tanto, el liquido que se extrae, es recuperado rápidamente por el feto en sus próximas micciones.

Uno de los grandes temores de las pacientes es que el examen sea excesivamente doloroso, sin embargo el dolor  percibido es mínimo y similar al de una inyección común.

La amniocentesis, al ser un estudio invasivo, implica algunos riesgos. El principal de ellos es la potencial ruptura de la bolsa amniótica, lo cual, dependiendo de la edad gestacional, puede llevar a la perdida del embarazo. Esta complicación es en términos generales poco frecuente, y se considera que en manos expertas, el riesgo de perdida gestacional secundario al procedimiento es inferior al 1%. No se requiere uso de antibióticos posterior al examen.

Luego de la prueba, se le recomienda a la paciente guardar reposo por un par de días, con el fin de disminuir el riesgo de complicaciones como ruptura de la bolsa. Pasado este tiempo la paciente puede reintegrarse a sus actividades cotidianas.